lunes, 20 de abril de 2009

Subyecto affectus

Por Miguel Angel Pichardo Reyes

Sujeto-en-el-exilio
La elección es producto. Acto místico que configura en sí, en tanto acto radical, al sujeto como sujeto-en-el-exilio, desarraigado “de su propio amor, querer y interese.” [EE 189] La elección supone un acto radical de despojo subjetivo, ya que en él se unifica la propia voluntad con la voluntad de Dios, deseando lo que Dios desea, eligiendo lo que Dios elige. De aquí que la elección ignaciana no sea un método o una técnica, sino que es un acto. Acto radical donde el sujeto despojado inaugura una nueva subjetividad, inseminándose así, un nuevo centro alrededor del cual se organizará y bordeará el nuevo discurso; un nuevo lenguaje universal (glosolalia) desde el propio exilio espiritual del no-lugar espectral.

Desarraigo. Primer peregrinaje
La búsqueda espiritual de San Ignacio pasó por varias peregrinaciones, y podemos distinguir por lo menos tres tipos de peregrinaciones que supusieron cierto tipo de despojo: una geográfica, otra espiritual y otra mística. La primera es la peregrinación de traslados geográficos, lugares físicos que podían o no ser propicios, pero que indistintamente supone una salida, un abandono del propio lugar, pero dicho abandono no se realiza como el de un turista, sino como el de un exiliado, un abandono de su propio registro sociosimbólico; desarraigo geográfico hacia el desierto, la montaña, la cueva, el camino.

Exilio. Segundo peregrinaje
El segundo peregrinaje, el espiritual, es el que esta motivado por la búsqueda de sentido, búsqueda que aún se encuentra centrada en el “propio amor, querer y interese” [EE 189], por lo que ésta búsqueda, aún en el exilio, debe ser purificada a través de diversos pasajes donde el sujeto se vaya disminuyendo; exilio espiritual que posibilita el tránsito hacia otro estadio de despojo.

Despojo. Tercer peregrinaje
El tercer tipo de peregrinaje es el del exilio interior hacia la “nube del no-saber”, aquel que transita por los diversos lugares de despojo interior, de purificación del corazón, que siguiendo el ejemplo de Jesús, siendo rico, se hace pobre, despojándose y ordenándose. De aquí que no toda peregrinación espiritual sea fiable, ya que muchos de los “caminos espirituales”, más que realizar un proceso de éxodo de las propias seguridades, más bien sirve de colchón psicológico frente a un mundo cada vez más inseguro, proporcionando confort subjetivo y desvinculación de la situación sociopolítica amenazante. Son los caminos de los “soñadores” que se ciegan a la realidad; metonimia de dominación subjetiva que refuerza el estatus subjetivo del sujeto en tanto alienado al significante Amo del discurso domesticador de la ideología en ciernes.

Los registros del despojo
La peregrinación ignaciana es fundamentalmente abrahamica y crística, por eso es ruptura del orden metonímico, y no sólo metáfora, sino suspensión de la cadena significante, desarraigo en el lenguaje, no como discurso, sino como momento de desapropiación y extrañamiento de la propia estructura que le da soporte de realidad. Revuelta íntima y ruptura del propio orden. El exilio interior y radical que se lleva a cabo es, desde la antropología ignaciana, un despojo del orden de los “afectos”. Esto nos lleva a distinguir tres registros del despojo de los afectos; uno material, otro simbólico, y finalmente, otro subjetivo.

Márgenes. El despojo material
El despojo material de los afectos es aquel que supone el abandono del objeto material, de las comodidades y seguridades que proporciona el mundo material, lo cual puede suponer un desplazamiento geográfico hacia los márgenes de la sociedad, allá donde la carencia o decadencia material confronta al sujeto con su propia carencia de objeto, así como de su propia escisión subjetiva por el inconsciente freudiano.

Dislocamiento. El despojo simbólico
El despojo del afecto simbólico, aunado al despojo material, se lleva a cabo a través de un dislocamiento del lugar asignado en el circuito simbólico de producción subjetiva, reconocido socialmente como la identidad. Esta dislocación no es un traslado de un lugar a otro, esto es, de una transición. Más bien supone una suspensión de la investidura simbólica. Una desnudes simbólica que no busca asidero, desafectándose de los procedimientos ideológicos de sujetación social.

Perdición. El despojo subjetivo
El despojo místico, el más radical, es el despojo que lleva al descentramiento del “sí mismo”, de la ilusión del “yo” autónomo y cartesiano. Se trata de un perderse a sí mismo, una asunción de la propia carencia y de la falta constitutiva del ser. “Tras la noche del espíritu y tras los dones e iluminaciones recibidas, se ha operado una transformación en el peregrino: lo encontramos más descentrado de sí mismo.” (Melloni: 2001, p. 47) Y sin embargo, este exilio interno y radical no se da de una vez y para siempre, sino como proceso interminable, que como afirma Melloni, apropósito del despojo y las elecciones: “Desde su conversión de Loyola hasta la fundación de la Compañía en Roma, diecisiete años después, fueron muchas las elecciones, es decir, los despojos, que tuvo que ir haciendo el peregrino.” (Melloni: 2001, p. 51) El despojo ya no es del objeto, simbólico o material, sino de la afección en sí. Es un dejarse o abandonarse sólo en Él. Se trata, ya no de un ir contra sí mismo (agere contra), sino en un dejarse conducir, labor que supone un acto de suspensión subjetiva del afecto, acto único radical de abandono a la Alteridad traumática. El sujeto o autor del despojo es el Otro-totalmente-Otro levinasiano; la radical Alteridad que desnuda de los ropajes del afecto a este subyecto affectus.

No hay comentarios: