martes, 26 de octubre de 2010

Mística de ojos abiertos


Por Miguel Angel Pichardo Reyes

La mística cristiana, y en particular, la mística ignaciana, es propiamente una cristagogía, esto es, una “iniciación a los misterios” de la vida, predicación, pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazareth. La mística expresada en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola es propiamente jesuítica, esto es, que “son de Jesús”. En el centro se encuentra ese gran misterio sobre el cual se estará bordeando, una y otra vez, el discurso y los estadios del peregrinaje espiritual “a la ignaciana”. Esto ya es mucho, no sólo para el siglo XVI español, sino para nuestro nuevo milenio, donde es posible des-entrañar, desde el propio sujeto, aquello que no tiene lugar, que escapa a cualquier locus, so pena de ser reducido a mero artificio ideológico que mistifica, ahora sí, la dimensión radical de lo que podríamos llamar una cristología transformadora, o mística de “ojos abiertos”.

San Ignacio nos lega una concepción particular de mística, y esto es parte fundamental de nuestra hipótesis, precisamente el dar cuenta de que la mistagogía ignaciana no es sino una cristagogía. Me parece que esto no ha sido claro, y a veces tampoco clave, en la interpretación de los Ejercicios Espirituales. De manual a método, de método a camino espiritual, de camino espiritual a espiritualidad, de espiritualidad a reconocer cierta inducción a la experiencia mística, y de aquí a entenderlo como una mistagogía, ha costado trabajo, y sin embargo no queda mucho para entenderlo propiamente como una cristagogía mística. De esta forma, es posible preguntarse sobre el tipo de cristología de la cual abrevó el peregrino, y que de alguna forma llega a traslucirse en el procedimiento empleado. Y sin embargo, es posible advertir que hay algo antes que el logos cartesiano sobre Jesús, y no es precisamente la fe sobre El, sino la contemplación sobre los “misterios de Jesús”. En San Ignacio es posible rastrear una primera experiencia cristagógica en sus primeros estadios místicos de Manresa, cimientos sobre los cuales se vertebrará su vida y obra.

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